martes, 29 de noviembre de 2011

MUERTE SOLITARIA

Quisiera hablar sobre él. Sin embargo, sería imposible explicar la importancia que tiene para mí, si no hablo un poco acerca de mí primero.

Digamos que siempre he sido inoportuno. En cualquier momento en que aparezca siempre soy recriminado. Debido a ello, nunca he sido capaz de hacer amigos. Aunque tampoco estoy muy seguro de que llamarle “amigo” sea lo correcto.

Le conocí en un momento en el que me preguntaba qué sentido tendía continuar, en el que no sabía si mi monótono trabajo tenía en realidad un sentido.

Él era un sujeto melancólico y taciturno. Su cabeza estaba llena de preguntas y sus actos carecían de motivación. Fue entonces cuando me llamó. Clamaba por mi presencia. Decía que me necesitaba y me incitaba con las frases más románticas que jamás haya escuchado. Quería fundirse conmigo, yacer en mis brazos y desaparecer a mi lado.

Al mirarlo, sentía que mi alma se derrumbaba, estaba tan solo. Sus ojos reflejaban la añoranza de su espíritu. Su melancólica personalidad terminó por seducirme. Quizá era puro narcisismo, porque al verlo a él, me sentía reflejado como en un lago, cuya superficie se había congelado para bloquear la entrada de invasores peligrosos.

Sin embargo, no estaba seguro de poder confiar en sus palabras. Tantas veces me habían llamado, suplicándome vehementemente que los estrechara contra mi pecho y, al final, el resultado era el mismo. Estaba cansado de escuchar el llanto, los insultos y reclamos por mi intempestiva aparición.

Pero había algo en él que me indicaba que sus deseos eran sinceros. No quería equivocarme nuevamente; antes de permitirle introducirse en mis terrenos, lo vigilaría. Juzgaría sus acciones y finalmente tomaría la decisión de llevarlo conmigo o no.

Se llamaba Haziel, no fue difícil averiguarlo. Generalmente conozco el nombre de aquellos con quienes me involucro, aunque por lo regular no me interese. Le gustaba la música y la lectura, tenía románticas ideas sobre la vida y, en alguna época, había pensado que todo podía cambiarse para mejorar. Mas, cada situación que enfrentaba, menguaba sus pensamientos idealistas y trastocaba las bases de sus argumentos.

Si soy sincero, debo admitir que al principio, mi interés por él, no era más que utilitario. Lo único que pretendía, aunque suene redundante, era “matar el tiempo”. Quería recuperar la voluntad para subsistir en un mundo en el que nadie me esperaba, en el que no tenía un lugar al cual regresar y en donde mi presencia, aunque fungía para equilibrar lo demás, resultara un incordio ante los ojos de las personas.

Pero fui demasiado ingenuo. Mientras más tiempo pasaba con Haziel, en tanto más escuchaba sus ruegos y, observaba sus desesperados intentos por mantener vivas sus ideas, más me perdía a mí mismo y con mayor intensidad lo deseaba a él.

Comencé a idealizarlo. Soñaba que lo abrazaba y le mostraba que la soledad no pasa de ser un concepto relativo. Entonces rozaba su cuerpo con mis labios mientras le escuchaba susurrar sus pensamientos en mi oído. Pero eso no dejaba de ser un sueño. Sin importar qué tanto suplicara él por mi compañía, yo no era más que un mero concepto metafórico en su mundo plagado de alegorías.

Muchas veces estuve a punto de acceder a sus ruegos; pero me había acostumbrado tanto a él, que creía que si consentía su anhelo de poseerme, mi existencia perdería por completo su escaso significado. Mas, pronto me arrepentí de no cumplir su deseo…

Llevaba tres años vigilándolo, por momentos me acercaba a él y le permitía respirar mi aliento, rozarme con sus dedos hasta que ambos estábamos a punto de alcanzar el éxtasis. Y justo en ese momento me alejaba, avergonzado de mi infantil comportamiento.

Un día Haziel se cansó de esperarme. Conoció a alguien que le ofrecía la tranquilidad que yo le había negado y comenzó a abandonarme. Los celos me invadían cada vez que lo veía sonreír. Yo sabía perfectamente lo que pasaba por su mente. Todos los momentos en los que me había ofrecido su cuerpo incondicionalmente, comenzaban a sonarle absurdos y aparecían frente a sus ojos como restos de recuerdos nebulosos.

En cambio yo, lo deseaba frenéticamente. Ansiaba estar a solas con él, retozando entre las fantasías fabricadas en su mente. La desesperación me devoraba con dolorosa lentitud mientras lo veía olvidarme irremediablemente. Por suerte para mí, su felicidad no duró demasiado. Pronto él descubrió que ella, la chica por la que se había alejado de mí, no era diferente del resto de las personas que lo habían decepcionado.

Cada vez que intentaba mostrarle algo diferente, cuando le hablaba de la belleza de la música, del sonido del viento entre los árboles, de la posibilidad de cambiar o, cualquier tema que le apasionaba, ella se mostraba renuente. Sus hermosas palabras carecían de sentido para ella, como para todos los demás.

Así, todas las esperanzas que había depositado en las personas y que se materializaban en ella, se perdieron y, ¡el volvió a mí! Esta vez no lo iba a dejar escapar. Me acerqué a su cama una noche otoñal. Sin previo aviso lo envolví con mi presencia y lo llevé conmigo al lugar en el que como he dicho antes, la soledad no deja de ser un tema de relatividad.

Él me recibió con los brazos abiertos y una sonrisa que jamás podré olvidar. Al terminar me incorporé del lecho y sin comprender, sentí como las lágrimas se vertían sobre mi rostro inmaterial. Pero era demasiado tarde para preguntarme, qué hubiese pasado si lo hubiera dejado continuar.

Y mientras observaba su cuerpo inerte pendiendo del alféizar de la ventana con los ojos abiertos como si mirase a la eternidad, intenté convencerme a mí mismo de que no tenía más opción que cumplir con mi labor. Antes de que yo le arrebatara la vida, él había muerto ya. Moría un poco cada vez que no le permitían pensar. Lo único que hice fue llevarme el envase vacío. La piel que recubría la amorfa masa que alguna vez fue su alma, la cual creía que las cosas podían cambiar.

Ahora, aunque me gustaría volver el tiempo atrás, comprendo que eso es algo que ni yo mismo podría hacer. Y a diferencia de todos aquellos que me reprochan por aparecer, no me queda más  que penar para la eternidad, mientras recojo las almas de aquellos que me buscan y me temen por igual.

A.B.L.
Foto: suspirosdelalma1. blogspot

1 comentario:

Lanza dijo...

Bueno... una vez más me dijiste cómo iba a acabar desde el comienzo. Pero aseguro que me agradó!!! Porque al final muere...