Imagen: El beso. Gustav Klimt
Estaba quebrado emocionalmente. Tres desencantos había
sufrido mi enamoradizo corazón en breve tiempo.
Uno. Anita, la vecina. Nunca nos hablamos más allá de un
hola. Pero siempre fue un hola sonriente. Su sonrisa era en extremo bella. Ella
misma era dueña de una belleza sorprendente, acentuada por las rutinas de
ejercicio que además de esculpir su cuerpo de modelo, la llenaban de
endorfinas. Anita era, si tal cosa existe, mi prototipo de mujer ideal. Era,
porque una mañana, cuando mi rutina de ejercicio llegó a su final, la vi salir
de su casa, sonriente, con su cabello ondulándose con el aire y con un
apestoso, molesto y vil cigarro.
Dos. Fernanda, la buena amiga. Nos habíamos contado todo.
Bueno, yo le conté toda mi vida. Mis encuentros y desencuentros. Nuestra
amistad maduro y dio frutos. O eso hubiera querido. La verdad es que sólo en mi
imaginación existió una profunda atracción sexual mutua. O sea, que mientras
por mi frente bajaban gotas de sudor por la noche, mientras pensaba en ella, Fernanda
dormía feliz de la vida, sin acordarse de mi existencia. Ya me lo había dicho
antes (yo pensaba que era una formade ocultar lo que sentía por mí): “No puedo
enamorarme de ti”. Lo entendí en la madrugada de esa fiesta, en el cuarto de
una amiga cuyo nombre no importa. Era lesbiana. Felizmente lesbiana.
Tres. Elizabeth, mi novia. Mi exnovia. La desilusión, en su
versión “sufro-por-Eli-mi-adorada-Eli”, había llegado por cachitos. Primero, la
tremenda cachetada que un día, en hora pico, me asestó en el metro, nomas para
analizar la reacción del resto de los pasajeros. Luego, su nauseabunda sopa de
fideos; si es cierto que al hombre se le conquista por el estomago, ella podría
recuperar Texas, por el dolor de estomago que provoca su sopa. Después, su
colección de “recuerdos tiernos”, que incluye la envoltura del condón con la
que su primer amor la desvirgó. Y finalmente, la gota que derramó el vaso, el
ya no más -aunque quiera-, el hasta aquí…
…¿Cómo creen quesupe que Fernanda era lesbiana?
-o-
Ella y su novio
eran un ejemplo de sincronía. La ejecución de sus besos merecía un 9.9, siendo
estrictos, pero todos les dábamos un 10. Nunca había visto tal conjunción de
estética. Su forma de besarse igualaba la belleza de El Beso de Gustav, pero
sin la tortícolis.
En lo particular, estaba embobado. Cada que los veía juntos,
fingía estar absorto en la lectura y entre líneas los espiaba concentrados en
el acto de comerse a estéticos besos. Nunca había tenido, hasta entonces,
vocación de voyeur, pero era inevitable. Acaso es que envidiaba sus labios con don
de engranes. Que reconocía mi sutil fealdad y deseaba contagiarme de su altiva belleza.
No se.
Fueron tantas tardes las que me entregue a la labor del
curioso, que ella acabó por darse cuenta. Por mi suerte no dijo nada, aunque
cohibió mi rutina.
-o-
En honor a la verdad, aquella fue una jugada muy chueca.
Nada digna de un caballero. Afortunadamente, nunca aspire a ser uno.
La tarde que empezó lo nuestro, era una común. Aguacero
afuera y anegación en los presentes. La mitad de los bohemios estaban tan
ebrios que daban pena.
Encontré en tan bochornosa situación el momento perfecto
para recomponerme de las crisis emocionales ya relatadas. No se como fue que
llegó la idea a mi mente.
Aprovechando mi calidad de abstemio enfoqué mis esfuerzos en
emborracharlo. Al mismo tiempo, pero con más cautela, convidaba a beber aella, su novia. Con mucho menos cautela
bebían Elizabeth y Fernanda. Parece que habían entendido el juego. Además, me
la debían.
En un descuido de los concurrentes, entre las danzas
obscenas de la música moderna, mi rival, ebrio hasta el sombrero, se encontró
disfrutando sin vergüenza de las carnes de mis cómplices lesbianas que sin un
ápice de pudor lo seducían.
Fue tanta la pena ajena, que poco a poco todos nos fuimos
retirando. La primera fue ella. El
segundo fui yo. La intenté consolar. Mientras sus lágrimas caían sobre un taco
de suadero, mi boca se juntó estrepitosamente con la suya y nos dimos tremendo
beso, mordiendo nuestros labios y pedazos de cilantro. Fue el primero. Él nunca
la pudo recuperar.
-o-
Repuestos de nuestros correspondientes desamores, hoy ella y yo nos besamos en cualquier lado.
El paisaje ha cambiado. Nuestros besos no son muy estéticos, como eran los que
ellos se daban antes. Me atrevería a decir que, para la audiencia, son bastante
feos.
6 comentarios:
Otra vez muy bueno.
Gracias :)saludos!
wOralee..!! qee fuueettee..!! :) muuii biien jorge.. me guzttoo mee guzttoo..!! :) zaluudiittoz..!! (:
QUE BONITO! GRACIAS POR COMPARTIRLO
Pues esta bueno, no dire que de mis favoritos, siguele echando ganas carnal ;) Un abrazo
Me gustó, al principio me costó un poco hilarlo pero ya está, tienes un estilo muy peculiar, tu propio sello =) n.n sigue escribiendo.
Publicar un comentario