Se que tener su foto en mi fondo de escritorio raya lo enfermo, de hecho, reconozco que lo estoy un poco, pero que rayos, no se me puede culpar por prendarme de su rostro. Mucho menos si la foto en cuestión se encontraba en su perfil público de Facebook. Además, ella fue la que acepto ser mi amiga, sin que nos conociéramos en persona, o tuviéramos un vínculo mayor a dos amigos en común.
¿Abuso de confianza? Tal vez, pero ella no es ninguna niña, aunque sus ojitos bien lo aparentan. No se piense que tuve la descortesía de ocultar mis intenciones o, mejor dicho, mis emociones. No. Si bien es cierto que lo oculte el mayor tiempo posible. Quiero decir, hasta que mi enamoramiento estaba más allá de lo evidente, al menos para mí, que hasta entonces pensaba, sólo era un gustillo, de esos comunes, como el poster de Maribel Guardia semidesnuda tras mi puerta… buen
o, no tan guarro, de hecho, nada guarro. Mi enfermedad, si así quieres nombrarla, se limitaba al mínimo de la observación.
Se quedaba en eso hasta que un día cometió un error. Un dulce error. Etiquetarme en un video . Era Leonard Cohen. Con cariño para vosotros, decía, se que les gustará. Y me gustó. No necesitan decir que la situación, a leguas, es deprimente. Le gustaba Leonard Cohen, éramos almas gemelas. Bueno, no. Nunca lo pensé, pero me gustaba jugar con la idea.
La voz grave del inglés sirvió de melodía a las recién nacidas fantasías. No. Esas no. Nunca así. En realidad eran sueños de acercamiento, abrazos, y al vernos, mirada por mirada, la música se callaba y nos mirábamos… hasta que cerraba los ojos y abrazaba a mi oso de peluche.
Una vez, pasados un par de minutos del fin abrupto de la melodía, la bese. Ella también me besó, mientras sus manos apretaban mi espalda y yo con una mostraba reciprocidad, mientras mi derecha sostenía su cabeza y su cuello. Fue un beso lento, con mordida de parte de sus dientes, pero lento. Esa vez termine llorando, como lloras cuando en las películas viejas, la amada se reúne con el héroe después de que este sacrifica su vida, sin perderla. Blanco y negro, pero eso sí, sin música.
Ignoro si esa ausencia de notas tenía raíces freudianas o se relacionaba más bien con mi torpeza en la ejecución de instrumentos. Mejor aprende macramé, me dijo Susana, la profe de güiro, concordando con el de violín, el de piano, y la de guitarra. Lo que se, es que mi vida se volvió canción de Aristimuño, mi mente canción de Leonard Cohen y mis actos balbuceos de Wisin y Yandel. Mis besos, asonoros.
De un momento a otro perdí el control. Entraba a Facebook con la única razón de ver su foto. Reproducía las canciones y de golpe las detenía. Borré mis videos porno y Maribel Guardia terminó con bigote, un bastón y un sombrero.De noche se parece a Chaplin. Y yo sintiéndome peor que el vagabundo Charlot. Fue entonces cuando decidí decírselo, pero no pase de una confusa profesión de fe y un “me gustas para poner tu foto junto a mi cama”. Ella no paso de una risa juguetona, que a mi me pareció sobrenatural, si es que las risas por el chat de Fb se pueden interpretar. No me creyó y yo no hice el esfuerzo de hacer que lo hiciera. Desde ese momento su rostro pasó a adornar en plenitud mi fondo de escritorio en el monitor que, huelga decirlo, está a lado de mi cama.
He pensado en varias ocasiones en mandar a imprimir la foto, pero temo que el impresor la robe y se termine enganchando de su rostro. He suprimido mi cuenta de Facebook, atormentado por la idea de que un día cambie su foto y entonces deje de amarla. He visto el futuro, como canta Cohen, y es la muerte. Muy seguido cierro los ojos, aislándome del ruido, deseando que un día, mientras sueño con sus labios, termine por perder la cordura y sea ella, al menos en mi demencia, la que venga a besarme.
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