lunes, 28 de marzo de 2011

Historia de amor con café calientito


Entro al patio del café Macondo, allí esta ella. Luce hermosa, es amor a primera vista. Me acerco, con un té cherry que la encargada confundió con té de moras, el correcto lo tiene ella… No, no es así la historia. No es mi cuento romántico, aunque la cosa tiene lo suyo. Historia de amor, café mezclado y musiquita. De hecho lo que sigue es más emocionante


La historia dice así. Una mujer entra al Macondo –he de repetir sistemáticamente el nombre- como de costumbre. Se sienta en el sillón verde que mira de frente a la barra, donde se preparan algunos de los cafés preparados más ricos de la ciudad. El hombre que atiende los pedidos, en el edificio viejo de la vieja Ciudad de Puebla, está destinado a enamorarse de ella. Ella tal vez no crea en el destino, pero allí esta. Lugar y tiempo mezclándose. Mujer y hombre. Hombre y mujer enamorándose. Historia de café calientito. El lugar es Macondo.


Hay colores que emocionan, que envuelven, que enamoran, que propician, que dan suerte. Colores cálidos les llaman algunos, colores infusión, pienso yo. Y si el sillón es verde, infusión de mora, té con jamaica, para amar café con licor, y el hombre y la mujer amantes se hacen y, un día, el héroe de esta cinta le propone matrimonio a la mujer que un día entró al Macondo.


Y fueron felices, y en las historias de té de tarde, un día, la mujer se embaraza. Se embaraza de la vida, de la felicidad azucarada, del postre dulzón, del hombre que ama y la ama. Y es feliz. Y la mujer cliente que ahora trabaja atendiendo el Macondo, lo sigue haciendo aun con panza, con un niño dando pataditas en el vientre, que tiempo después crecerá en el edificio del Macondo, pero me estoy adelantando. Y debo regresar a un lunes que el Macondo permanece cerrado. Porque el jugo concentrado de hierbas y frutos se encuentra de fiesta en el hospital. Ha nacido un bebe.


El martes el hombre abre la puerta. En el piso hay recados de los clientes que saben que se cerró la puerta por un día, para después recibir un nuevo habitante. Los clientes felicitan a la madre con papelitos deslizados hacia el interior. Y ahora sí, ella y él y el pequeño hacen vida en un lugar que recibe muchas vidas. Macondo, que diluye penas con más de 100 tipos de cafés, con algún licor, con una cerveza o un pastelito. Que recibe festejos y convivencias. Macondo.


Y lo anterior me lo cuenta ella con ojos húmedos.


Y otro día, que fue antes, hace unos cinco años, llega el que escribe y se enamora de Macondo. Y regresa, a leer poesía en voz alta, a charlar, a presumir Macondo a los extranjeros, a ver películas, a platicar y a beber tés y cafés.


Y un día hoy bebo un té cherry que ella confundió con té de moras, cherry que era de una amiga que acabo tomando té de moras y ella –la mujer que entro un día- me cuenta. Me dice lo que ahora a mí me cuesta decir.


Visité con una amiga el Macondo, ubicado en la 5 sur y 5 poniente y me topé con una triste noticia. Él y ella se encuentran luchando por que el Macondo, el entrañable Macondo, no desaparezca. La cosa va por las laterales políticas: La expropiación –recuperación- de inmuebles dados en comodato, que ha comenzado el gobierno –de cambio- de Rafael M Valle. Esta acción absorberá la Casa Arrieta, museo, edificio histórico y lugar que alberga el café con mayor variedad de esa bebida en Puebla, el Macondo, que además, funciona y ha funcionado como recinto artístico de la mayor diversidad, donde han colaborado igual, una poeta canadiense o un rockero chilango, lo mismo mi estimado Cesar Alejandro que los Patita de Perro.


Recibo la noticia con tristeza. Hay lugares que cuando se van, duelen, como me dice Miguel ángel Méndez en reciente entrevista. Si esto pasa. Si se concreta y Macondo se muda, dolerá, pero sin duda, los fieles lo seguiremos a donde vaya.


Aún hay cosas que hacer. El reportero espera que funcionen, que la historia de amor se siga desarrollando, como muchas otras tantas. Volveré a Macondo, espero hacerlo a tiempo. Imaginaré historias y trataré de encontrar las verdaderas. Sin duda, pediré un té gourmet, aunque la palabra sobre. Si el lector conoce el Macondo, seguro querrá ir de nuevo.


Si no lo conoce, está a tiempo. Seguro se encontrará la carta y no sabrá que pedir. Pero no tengan miedo, aquí, en Macondo, desde la menta hasta la naranja, tienen una historia que vuelta sabores, les dejara un romántico buen sabor de boca. Y a los que hacen el Café Macondo, les deseo la mayor de las suerte.

1 comentario:

Mejía dijo...

Pues, vamos por un cafecito, talvez una cerveza :)