Por Jorge Alonso
La próxima vez que alguien se suba a cantar al camión donde el lector viaje, mírelo con atención, tal vez sea la próxima estrella musical que abarrote el Auditorio Nacional. Bueno, Miguel Ángel Méndez, músico de amor y humor, todavía no lo consigue, pero a más de una década de probar suerte con su guitarra en el transporte colectivo, puede presumir de haberse convertido en uno de los pocos poblanos capaces de llenar un recinto como el Teatro de la Ciudad.
Ya sea solo o acompañado de amigos músicos, pero siempre sin la Filarmónica de Londres, El Méndez, como es conocido por sus fans, se ha presentado en escenarios tan diversos como el Teatro Principal, el Zócalo de la Ciudad, el atrio de la iglesia de San Francisco, el Café Teorema y, entre muchos lugares más, el Complejo Cultural Universitario, a donde regresará el 9 y 16 de abril con sus canciones y su guitarra.
Mientras Miguel desenfunda un chocolate, Kartusch conversa con él en el estudio de grabación de la Fonoteca, para conocer más de sus amores y sus humores.
Vivir la música
Es lo que más me gusta, lo que más me mueve. No me concibo de otra manera, no porque no tenga otras opciones, pero he aprendido a verlo todo a través de la aplicación de la música en la vida.
El mundo se conjugó de una forma que hizo necesario que me terminara gustando la música. Mi abuelo paterno era de la sierra, a él le gustaba tocar el violín y tenía sus gustos orientados hacia el son, hacia lo huasteco, hacia los sones de costumbre. Mi abuelito materno amaba los boleros, tenía su trío. Las reuniones familiares terminaban en un círculo donde todos tenían que cantar una canción, nunca falto música de todo tipo.
El inicio de la carrera
Por más feo que estés, de repente sí funciona que las muchachas te hagan caso nomas por componerles canciones, así que la cuestión de las hormonas fue decisiva en el hecho de que empezara a crear rolas.
Un día un compañero empezó a cantar una canción que yo no conocía y me dijo que era de uno de sus amigos. Cuando le pedí que me la pasara no quiso, porque “como era una canción que todavía no estaba registrada, no se la fuera a volar”. Yo me encabrone y pensé que qué tan difícil podía ser hacer una canción, luego supe que sí era muy difícil, pero que no era la manera correcta de decir las cosas. Aunque gracias a eso yo empecé a escribir las mías.
Las influencias
Yo empezaba a escuchar la nueva trova y a un señor muy raro que se llama Fernando Delgadillo. Sentía que sin tener contacto con ese mundo, mis canciones tenían algo que ver. Pero también me gustaba la Sonora Santanera, Los Socios del Ritmo, Los Tigres del Norte, Los Teen Tops y todo lo que mis papás y abuelitos oían. Nunca he tenido formación clásica, mas no me disgusta lo clásico. Pero así es mi vida, nada descarto, pero nada me apasiona por completo. Por otra parte no concuerdo con esa suerte de elitismo que dice que sólo cierto género es bueno.
Solamente hay dos tipos de música, la buena y la mala, tiene que ver con la sinceridad y la ejecución, cuando alguien toca música tropical y está bien ejecutada, en vez de pararme a bailar me quedo viendo al grupo.
Tocar en el transporte público
Llegué a tocar en las rutas, más por gusto que por necesidad, pero luego atravesé una mala racha económica y tuve que subirme para sacar sustento. No fue mucho tiempo, afortunadamente. No creo que sea malo, de hecho me parece muy digno. Ahora que trabajo aquí, en la producción, me gusta ayudar a los chavos que vienen de ahí. Ellos se presentan sólo con su guitarra y yo les ayudo a montar el bajo u otra cosa y su expresión cambia. Eso me gusta mucho.
Una vez, en un camión, alguien me escuchó y me invito a tocar en restaurantes, entre las mesas. Luego, un empresario se me acercó y me preguntó si quería presentarme en su café, frente al Zócalo de Tlaxcala. Así empezó todo.
¿Extrañas algún escenario?
El Convento de las Carolinas, era un magnifico lugar.
¿Peña, teatro o foro al aire libre?
Todos tienen su encanto, pero pondría en primer lugar al aire libre, porque la gente no está obligada a pasar y cuando pasa no está obligada a quedarse y aún cuando se quede no está obligada a aplaudir, me gusta ese reto.
El teatro me gusta porque la gente escoge y, como un plus, hasta está pagando. El café también, pero suele ser más incomodo, porque no siempre ponen atención, existe el inconveniente del alcohol. Hay que hacerse de mañas para divertirse y no pasársela mal.
Lo peor que me ha pasado en el escenario es que no se rían de las canciones chistosas y que no les gusten las serias. Lo mejor es cuando después de que no te ponían atención, terminan comprando tu concepto y se vuelven los fans numero uno.
La última canción que te fascino
“Una canción me trajo hasta aquí”, de Jorge Drexler, pero creo que eso nos pasa a todos
El último libro que leíste y te gustó
El de sexto de primaria, de español (bromea). Uno que escribió mi hermana, Xóchitl Méndez, que es educadora de educación especial. Es un cuento breve que habla de un cuadrado que es pintor y se la pasa haciendo bromas a las demás figuras geométricas, hasta que las bromas se le regresan. La moraleja es que hay que respetar a los demás.
De hecho mi hijo es el que lo descubrió. En mi familia cada quien tiene talentos muy especiales y mi hermana es magnifica en el trato con personas discapacitadas. Deberían publicar su cuento.
La última película que te hizo reír.
No se, con mi hijo me río mucho. Debió ser una de niños
¿Como quisieras que te recordara tu hijo?
El me dice mucho que somos los mejores amigos. Yo quisiera que siempre me recordara así.
El último platillo que te supo a gloría
La comida de ayer… la verdad es que me gusta mucho comer, así que todo me gusta. Aunque me gusta un poco más el mole, poblano por supuesto.
¿A qué suena la Ciudad de Puebla?
Al carrito de las empanadas –en sus canciones, es común que lo imite-, por supuesto suena a camotes. Suena a religión y también a hipocresía. A amor de madre y a risas de niños.
A lo que suena toda ciudad que tiene habitantes tan poco afines entre sí. Eso es bueno. Pero si tuviera que elegir un sonido, creo que sería un sonido caótico pero muy armonioso, una bipolaridad, los extremos juntos pero sin llegar a unirse.
No me imagino viviendo fuera, aunque necesito salir y buscar conocimientos, siempre tengo que regresar a la ciudad.
¿Cambiarías algo de esta ciudad?
La imagen que tiene ante los demás. Seguimos siendo señalados como mochos, hipócritas, apocados. Decimos aquí que somos punta de lanza en muchas cosas, pero nos hace falta creérnosla, seguir capacitándonos, esforzarnos en hacer mejor las cosas, aprender. Comenzar a cambiarnos a nosotros mismos.
He cambiado mucho desde que empecé esta carrera, sobre todo en relación a mis relaciones personales y conmigo mismo. La forma de amar a mi familia, de conservar a mis amigos. He cambiado en el instinto y la percepción de las cosas. Dentro de la ambigüedad perfecta que me produce la ciudad, me he vuelto tajante y a la vez flexible. Musicalmente también. He conocido nuevas facetas de la producción, nuevos músicos, pero aun así no me gusta oír mis discos.
Naturalmente, la red ha cambiado mucho las cosas, empezando con las formas de distribución. Hay tanta oferta en internet, que cualquiera puede subir sus canciones y mandar cientos de invitaciones para que todos la escuchen, pero al mismo tiempo, hay mucha posibilidad de que no te pelen. Puedo decir que a mí me ha funcionado, no se sin el internet hubiera logrado que me escucharan tantas personas.
Eres de los pocos poblanos capaces de llenar el Teatro de la Ciudad…
Trato de creérmela, pero también se que soy de los pocos capaces de vaciarlo en cuatro minutos.
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