"Tendré que esperar que
pase el huracán"
Alejandro Santiago
Acarició suavemente una porción de cabello, asegurándose de
rozar con el dorso de la mano la mejilla de ella. Ella trasladó todo el sentido
del tacto a esa porción de rostro. Él soltó su cabello y giro la muñeca para
tomar el cuello, tocó de a poco mientras la yema del pulgar jugaba con el
lóbulo de la oreja. Acercaron sus frentes. Él respiró profundo, pero despacio.
Ella dio el último paso, uno pequeño para acomodarse por completo para él;
levanto suave el cuerpo con las puntas de los pies aunque ni así llegara a su
altura. Él cerró los ojos y mordió muy quedito el labio inferior. Ella cerró el
superior para besar la boca de él; dentro de sí, suspiró. Él extendió su brazo
en la cintura de ella y se sintió completamente, totalmente enamorado; su
corazón palpitó en aquel momento con mayor intensidad. El corazón de ella, en
cambio, latió más despacio. Él tocó su espalda para encontrar el pulso. Ella
amplió el ángulo de su cuello, como pidiendo un favor al aire. Fue entonces que
él abrió los ojos y la vio; la vio preciosa, única, viajante, desconcentrada,
extrañante, ajena, preciosa… ajena. Ella
besaba pensando en un él que no era él. Él lo supo y desenredó el nudo que
empezaban a formar; la soltó. Ella lo miró con la cabeza baja, preguntándose si
estaba descubierta. Él no miraba nada. Ella regreso al lugar y al momento e
intentó besarlo de nuevo, buscó sus labios, aunque buscaba otros. Él recibió su
boca, sintió resecos sus labios; siempre lo estuvieron, pero nunca le había
importado. Ella presionó con las yemas de sus diez dedos la espalda de él. Él
enterró los cinco de la mano derecha en el cabello de ella. Ella prestó
atención en el sabor de la saliva que entraba a su boca. Él imaginó que besaba
a otra, en una especie de revancha que no funcionó. Ella se sintió extraña,
como si besara a otra persona y no a la misma que venia besando desde hace un tiempo
atrás o más bien, como si él besara a otra persona: erraba. Él comenzó a besarla a ella y no a la ella que
quería besar. Ella sintió ganas de llorar. Él lloró muy en silencio, sin
lágrimas ni aire entrecortado. Ella bajó los brazos. Él se aferró a ellos.
Ambos sintieron un escalofrío, más cercano al miedo que a la emoción. Ella
sintió ganas de huir. Él, la apretó contra su cuerpo. Ella movió el suyo,
incomoda. Él, como tratando de no ser descubierto, fue finalizando el beso; en
realidad quería ser descubierto. Ella se sintió descubierta, pero descubierta
en qué, si nunca había ocultado nada. Él se sintió frustrado, atracado. Ella lo
miró, como reclamando la falta de una comprensión que no llegó ni llegaría. Él
quiso gritarle que estaba cansado de esperar. Ella sabía que nunca iba a
terminar la espera. Los dos se gritaron en silencio, se lamentaron, se odiaron
y se quisieron sin decir nada, sin siquiera mover el cuerpo. “Hasta aquí”,
pensó él, consiente de querer lo que no podía, de esperar un momento que sólo
existiría en su imaginación. “Hasta aquí”, pensó ella también. Pero ambos
mentían, porque más allá del dolor acumulado -tristes seres humanos- temían más
que a cualquier cosa, a estar solos.
4 comentarios:
Me gustó mucho.
muy bueno me gustan los relatos de este tipo :)
Lo amé!!!! n.n
=) <3
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