lunes, 15 de noviembre de 2010

Amor del malo. Parte I

Por Jorge Alonso

“Dile a tu novio… que le voy a partir la madre” escribió a mi novia, vía Facebook, un imbécil que se ostentaba como dueño de mi amiga Fabiola.
En un posterior mensaje, esta vez directo a mi bandeja, el fulano me pedía explicaciones, con un tono más bajo…

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Era aún de mañana cuando me habló, yo no tenía nada que hacer, acepté reunirme con ella para pasear y platicar como habían ido nuestras vidas desde la última vez, hace mucho tiempo, que nos encontramos. Adriana y yo nos encontramos en una estación amarilla del metro en una mañana fría. Ella vestía vestido y yo leía de Rayuela de nueva cuenta.

Platicamos. Platicamos. Platicamos. Ella discutió con su novio, pero no tenía la menos intención de dejarlo. Era un celoso compulsivo, pero se esforzaba por cambiar. Tomaba, pero intentaba controlarse. Le faltaba al respeto, pero la quería. Discutían, pero era normal.

Por eso yo estaba allí. Porque era ideal para darle celos a él. Amigo incomodo al cabo. La quiero mucho, al cabo. Mientras hablábamos no pude evitar mirarla con tristeza; es mi amiga y, lo último que se espera es que una amiga sufra por estar con alguien equivocado. Se lo dije, me preocupé. No la he vuelto a ver.

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-Nunca peleábamos. –Es lo malo, si no discutes las cosas se van acumulando –Las últimas veces reclamamos todo lo que no habíamos reclamado en tanto tiempo.

Más o menos por eso tono conversábamos yo y un buen amigo hace tiempo. Ahora nos descubro creyendo en esos momentos que las discusiones en el noviazgo son normales, “que lo mejor es la reconciliación”. Ahora me sorprendo con cien historias que contar a partir de un supuesto común: todo esto es normal. El pretexto: la publicación del libro “Amar a Madrazos” de Ale del Castillo y Moisés Castillo, editado por la firma Grijalbo. Amar a madrazos, cuando el amor tiene un doloroso rostro.

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… me pedía explicaciones y me amenazaba. Me pegó en la tolerancia, hirió mi diplomacia. Con la poca serenidad que me quedaba, decidí no dar ni una sola explicación. Tal vez una: “ni mi novia y mucho menos tú me dicen a quién debo querer y decir que quiero”.

¿Cuál fue el lío? Algunas canciones que pegué en el muro de Fabiola y mi costumbre de terminar las conversaciones con mis amigos con un “te quiero”. El fulano, según se, intentaba conquistarla. Espero que después de esto no tenga ninguna oportunidad.

Triste cosa que ya por terminar el 2010, la visión de esta sociedad siga estando tan limitada. Triste cosa que no hayamos aprendido, por lo menos, a amar y ser amados.

2 comentarios:

Penélope dijo...

el leer amor a madrazos me hizo pensar en tantas historias, algunas mias otras de mis amigas o familiares es tan trizte q dejemos pasar las agresiones pensando q es normal

muy buena entrada
nos vemos :D

La Baronesa Rampante dijo...

Jorge,
un placer encontrar que la gente vaya haciendo reflexiones sobre el texto del libro Amar a madrazos.
Escribo para darte las gracias.
Continúen con su lectura.
Un abrazo

Ale del Castillo

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