Vivir un lugar, más que vivir en
uno. Conocerlo, jugarlo, recrearlo,
reinventarlo. Caminar en él sin
pensarlo. Hábitat personal. Cinco años
después, cinco y medio después del accidente por el que perdí la vista, el
estilo de vida y la mujer, regresé.
Ya sé que todo cambia, pero hay
cosas que se niegan a transformarse. Los tacos del Chino, en la colonia, tienen
la misma sazón de siempre. La tienda de
Lupe sigue igual, porque allí se oye la voz de Lupe. En cambio, cómo me joden
los cambios en el Centro Histórico. Pero el mercado de la 16, sigue apestando a
mar putrefacto. Y en la 5 de mayo, todavía cantan el viejo y su hijo las
canciones de la Santanera.
Hay lugares donde uno deja de
estar ciego. Dos calles, vuelta a la izquierda, la acera de enfrente.
-Joven, este es un motel.
-Perdón, creí que era la Cámara
de Diputados.
-No hay problema.
-No seas baboso, quiero un
cuarto.¿Puedes conseguirme una chica?
-Está bueno-me entrega la llave-,
pero el perro no puede pasar.
-No me chingues. ¿Tú me vas a
llevar de la mano?-titubea, me imagino su cara, no tiene de otra.
-Está bueno, pero que no haga
mucho escandalo.
-Está mejor educado que tú -le
digo y en seguida me arrepiento. Me va a mandar a la más fea.
El Ángeles, sigue siendo el mismo.
Los pisos huelen a aromatizante de lavanda. Las camas, a suavizante de telas
sobre detergente barato. Me siento en el colchón y el perro se dirige a hacer
guardia en la puerta. Adentro, intimidaría a cualquier mujer.
Pasan menos de 10 minutos y una
mujer entra. Su carga de perfume es excesiva. Trato de acostumbrarme, pero no
puedo del todo.
Se acerca. Acaricia mis ojos de
forma humana. Baja sus manos y desabotona mi camisa. Trata de seguir con mi
pantalón. La detengo. “No soy un inútil”, le digo en voz baja, para no abochornarla.
Me incorporo y la llevo hacia la pared más cercana. Le aprieto los hombros y
beso su cuello. Me detengo un par de segundos. Recuerdo a alguien y su recuerdo
me hace sentir una momentánea tristeza. En compensación me lanzo a morder su
oreja. Ella baja sus manos por mis costados y pega su pubis contra mí. Ese movimiento me es conocido. Me
asusto. Llevo mis manos bajo su blusa y se la quito, para medir sus pechos.
Siento alivio cauto: son un poco más grandes, menos firmes, que los de ella. Pero su estatura.
Temblamos. Ella excitada, yo
temeroso. Quiero medir sus facciones, pero no me deja. Paso mis dedos por sus
labios y ella los muerde.
“¿Cómo te llamas?” Pregunto, y no
hay respuesta. Me lleva hacia la cama. Desaparece el pantalón y maniobra con su
falda hasta hacer lo propio. La detengo. Beso sus pezones y bajo a sus piernas.
No debe ser ella. Sus muslos, en efecto, son más gordos y más flácidos. Sus
rodillas, más rígidas. Su sexo, más ácido.
Levanto sus piernas. Imagino cómo
es su rostro. Acaricio sus nalgas y beso sus piernas. Hacia arriba. El miedo se
diluye, mientras llego a sus labios. Comienzo a lamer. Su cuerpo responde a la
estimulación de su sexo. La cama tiembla. Sus muslos se tensan y su vientre
delata una respiración cortada. Encuentro su clítoris, está hinchado. Danzo mi
lengua sobre él, mientras las respiraciones se hacen intensas. Y entonces… ese
gemido. Agudo, largo, único. Único. Es ella.
Me separo al instante de ese
cuerpo. Con la misma velocidad, nuestra excitación es suplida por la tristeza.
-Perdóname.
-(Silencio).
-Sabía que vendrías y decidí
seguirte.
-(Silencio).
-Por favor.
No se cuanto tiempo dura aquel
martirio, ni escucho todas sus excusas. Sale del cuarto azotando la puerta y el perro
ladra en venganza.
Cinco minutos después, la puerta
se vuelve a abrir. Es mi prostituta con su delgadez, su cabello lacio, muy
largo y su piel suave. Le pido que se acueste y con mi cabeza en su cuello, lloro.
Le cuento la historia.
Luego, recogemos lo que queda de
nosotros y nos vamos. No sé a donde va ella. Yo sigo recorriendo mi ciudad, la
ciudad que conozco como nunca conoceré a sus mujeres.
4 comentarios:
Fotografia tomada de la web: MiQueridoLabrador.com.ar
esto fue mucho mejor que cualquier analisis de ingenieria que pensara hacer
Increible jorge!!
Me gustó mucho el carácter de este cuate, más cuando se da el dialogo con el recepcionista del motel.
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