jueves, 15 de marzo de 2012

Hábitat (relato)


Vivir un lugar, más que vivir en uno.  Conocerlo, jugarlo, recrearlo, reinventarlo.  Caminar en él sin pensarlo. Hábitat personal.  Cinco años después, cinco y medio después del accidente por el que perdí la vista, el estilo de vida y la mujer, regresé.

Ya sé que todo cambia, pero hay cosas que se niegan a transformarse. Los tacos del Chino, en la colonia, tienen la misma sazón de siempre.  La tienda de Lupe sigue igual, porque allí se oye la voz de Lupe. En cambio, cómo me joden los cambios en el Centro Histórico. Pero el mercado de la 16, sigue apestando a mar putrefacto. Y en la 5 de mayo, todavía cantan el viejo y su hijo las canciones de la Santanera.

Hay lugares donde uno deja de estar ciego. Dos calles, vuelta a la izquierda, la acera de enfrente.

-Joven, este es un motel.
-Perdón, creí que era la Cámara de Diputados.
-No hay problema.
-No seas baboso, quiero un cuarto.¿Puedes conseguirme una chica?
-Está bueno-me entrega la llave-, pero el perro no puede pasar.
-No me chingues. ¿Tú me vas a llevar de la mano?-titubea, me imagino su cara, no tiene de otra.
-Está bueno, pero que no haga mucho escandalo.
-Está mejor educado que tú -le digo y en seguida me arrepiento. Me va a mandar a la más fea.

El Ángeles, sigue siendo el mismo. Los pisos huelen a aromatizante de lavanda. Las camas, a suavizante de telas sobre detergente barato. Me siento en el colchón y el perro se dirige a hacer guardia en la puerta. Adentro, intimidaría a cualquier mujer.

Pasan menos de 10 minutos y una mujer entra. Su carga de perfume es excesiva. Trato de acostumbrarme, pero no puedo del todo.

Se acerca. Acaricia mis ojos de forma humana. Baja sus manos y desabotona mi camisa. Trata de seguir con mi pantalón. La detengo. “No soy un inútil”, le digo en voz baja, para no abochornarla. Me incorporo y la llevo hacia la pared más cercana. Le aprieto los hombros y beso su cuello. Me detengo un par de segundos. Recuerdo a alguien y su recuerdo me hace sentir una momentánea tristeza. En compensación me lanzo a morder su oreja. Ella baja sus manos por mis costados y pega su pubis  contra mí. Ese movimiento me es conocido. Me asusto. Llevo mis manos bajo su blusa y se la quito, para medir sus pechos. Siento alivio cauto: son un poco más grandes, menos firmes, que los de ella. Pero su estatura.

Temblamos. Ella excitada, yo temeroso. Quiero medir sus facciones, pero no me deja. Paso mis dedos por sus labios y ella los muerde.

“¿Cómo te llamas?” Pregunto, y no hay respuesta. Me lleva hacia la cama. Desaparece el pantalón y maniobra con su falda hasta hacer lo propio. La detengo. Beso sus pezones y bajo a sus piernas. No debe ser ella. Sus muslos, en efecto, son más gordos y más flácidos. Sus rodillas, más rígidas. Su sexo, más ácido.

Levanto sus piernas. Imagino cómo es su rostro. Acaricio sus nalgas y beso sus piernas. Hacia arriba. El miedo se diluye, mientras llego a sus labios. Comienzo a lamer. Su cuerpo responde a la estimulación de su sexo. La cama tiembla. Sus muslos se tensan y su vientre delata una respiración cortada. Encuentro su clítoris, está hinchado. Danzo mi lengua sobre él, mientras las respiraciones se hacen intensas. Y entonces… ese gemido. Agudo, largo, único. Único. Es ella.

Me separo al instante de ese cuerpo. Con la misma velocidad, nuestra excitación es suplida por la tristeza.

-Perdóname.
-(Silencio).
-Sabía que vendrías y decidí seguirte.
-(Silencio).
-Por favor.

No se cuanto tiempo dura aquel martirio, ni escucho todas sus excusas. Sale del cuarto azotando la puerta y el perro ladra en venganza.

Cinco minutos después, la puerta se vuelve a abrir. Es mi prostituta con su delgadez, su cabello lacio, muy largo y su piel suave. Le pido que se acueste y con mi cabeza en su cuello, lloro. Le cuento la historia.

Luego, recogemos lo que queda de nosotros y nos vamos. No sé a donde va ella. Yo sigo recorriendo mi ciudad, la ciudad que conozco como nunca conoceré a sus mujeres.

4 comentarios:

Jorge Alonso Espíritu dijo...

Fotografia tomada de la web: MiQueridoLabrador.com.ar

Linda dijo...

esto fue mucho mejor que cualquier analisis de ingenieria que pensara hacer

avizahy dijo...

Increible jorge!!

Julio César Ramírez dijo...

Me gustó mucho el carácter de este cuate, más cuando se da el dialogo con el recepcionista del motel.