viernes, 10 de junio de 2011

La despedida de la tribu

(2010)
25 de abril. Dos treinta de la tarde. Héctor Giménez anota su segundo gol en el partido, su segundo gol en el torneo, apenas el decimo gol de su equipo en 17 jornadas. Un autentico golazo. Recibe de pechito de espaldas al arco, afuera del área, voltea y sin que caiga el balón lo proyecta; el portero del equipo con menos goles en contra en un torneo sólo puede ver el balón en su camino a la portería.

Pero para entender mejor este gol hay que ir más despacio. Nuestra historia ocurre en Ciudad Juárez, esa ciudad insultada una y otra vez por el narco, por el gobierno y por las empresas transnacionales que llegaron con sus maquiladoras.

Los protagonistas podrían ser muchos. Los padres de los muchachos que fueron masacrados en Villas de Salvárcar en febrero pasado, las mujeres muertas y abandonadas en el desierto o los periodistas huyendo al otro lado de la frontera para salvar su vida. No es así. Se trata del equipo de futbol “Indios” y no se trata de la final de un torneo o cosa semejante.

La situación es menos espectacular y por tanto, más memorable. Para la jornada 16 del torneo bicentenario, “la tribu”, como llaman a los Indios de Ciudad Juárez, ya estaba descendida.

En Juárez, donde las estadísticas solo sirven para enojarse, las estadísticas del equipo de futbol local solo indicaban algo: el equipo no funciona. En cualquier lugar del país esto significaría un estadio vacío. En juaritos no. Tal vez porque los juarenses entienden como nadie el valor del deporte. El verdadero.

Porque para explicar el estadio lleno en un partido donde los puntos dejan de importar hay que saber al menos tres cosas. 1- El año pasado más de dos mil personas perdieron la vida en Juárez por la lucha contra el narco, este año el índice se ha superado. 2- Esta urbe norteña es por segundo año consecutivo, la ciudad más violenta del mundo. 3-Los domingos, cuando los Indios juegan en el estadio Benito Juárez, los índices de violencia bajan hasta casi tocar el suelo.

¿Cómo funciona un equipo deportivo en la ciudad más violenta del mundo? Habría que preguntarle a Cirilo Saucedo, portero del Tigres quien en un error de prensa fue declarado muerto por ejecución. O hablar con Andrés Chitiva, el mediocampista colombiano que fue amenazado con el secuestro de su hija. Tal vez deberíamos preguntarle a Pedro Picasso, ex entrenador de los juveniles de Indios, pero él ya no puede hablar, fue baleado el 18 de diciembre pasado.

Por eso el 25 de abril a las dos con treinta de la tarde, el golazo de Giménez supo a gloria. Porque la afición nunca abandonó al equipo, como el equipo nunca abandonó la ilusión, esa ilusión que no se limita a ganar un torneo, va más allá. Es la noble ilusión de tener una mejor sociedad, que se refleje en su equipo de futbol, pero también en sus jóvenes y en su propia cultura.

Afición y tribu, entendieron que el futbol es un deporte, es diversión, belleza. Y se entregaron hasta el último partido, cuando para muchos no había nada que esperar.

Deberían entender esto todos nuestros jugadores. Deberían entenderlo las porras del Querétaro y el Tigres, que fueron sancionadas este torneo por violencia en las tribunas; la porra del Puebla, vigilada por la policía local; y también los jugadores de Chivas y América, que acostumbran terminar en bronca. Deberíamos entenderlo todos y así no tendríamos que declarar eventos de alto riesgo partidos como el Pumas-América. Sobre todo, debería entenderlo así el gobierno, empeñado en menospreciar las manifestaciones artísticas y deportivas.

Que fiesta la última victoria de la tribu. 2-0 a la mejor defensa del torneo, la del Pumas. Que conmovedor ejemplo de la gente de juaritos.

Tenían razón los jugadores de Indios cuando al salir a la cancha mostraron una lona despidiéndose con las palabras:

GRACIAS A LA MEJOR AFICION: CIUDAD JUAREZ

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