miércoles, 11 de enero de 2012

Sólo por una vez (relato)

¿En cuántas palabras puede caber está historia? En millones. Pero seré breve.

Has de saber, en primer lugar, que estadísticamente seríamos una pareja perfecta. Emocionalmente somos afines. Biológicamente somos el uno para el otro. Incluso, zodiacalmente, ella es picis y yo acuario. Pero mira que la vida esta llena de casualidades, errores estadísticos, emocionales, biológicos, zodiacales, crueles. Yo soy el mejor amigo de mi amigo, y ella es su novia.

¿Cuándo empezó? No se. Supongo que lo supe desde el primer momento. Quiero decir, cuando me la presentó. No es muy común que de repente veas a alguien a los ojos y pienses “qué bonita mirada”. No sus ojos. Su mirada.

Al principió no es un problema. Simple gusto. Ya sabes. Te sientes bien cuando la ves. Disfrutas platicar con ella. Bueno, nos vemos. Que la pasen bien. Y ya. Pero un día, quién sabe por qué, te descubres pensando en ella.

Sucedió que empezó a meterse en mi cabeza. Cada vez de forma más frecuente. Por eso decidí dejar de frecuentarlos. Nuestras salidas dejaron de ser comunes, pero cuando sabía que nos veríamos no podía evitar sentir una enorme alegría.

Entre algunos cafés y algunas charlas, me fui memorizando su rostro. Cada gesto. Cada lunar. Ignorando si ella se daba o no cuenta. Esperando, muy en el fondo de mí, que así lo hiciera.

Algunas veces, de noche, imaginé que la abrazaba. Que me abrazaba. Al cabo en ese fuero, no podía ser culpable de nada.

A la par fue creciendo un enorme cariño salvavidas. Decir que la quería no era una mentira, aunque aquella frase siempre estaba cargada de una ambigüedad dolorosa.

Y ya sabes. Cualquier gesto descuidado, mirada de refilón, sonrisa espontanea, significó una esperanza. Pero… ¿esperanza de qué?  Si nunca dejó de ser la novia de mi amigo.

En definitiva, uno no puede sujetarse a semejantes asideros. Por eso hice lo que decidí hacer. Y no quiero interpretar al destino, si es que tal cosa existe. Pero por alguna razón, sea la mía o sea otra, la ocasión llegó.

¿Correcto? Eso no me toca decidirlo. Le tocará a ella. A él. A ti.

Aquel día nos sentamos en el mismo sillón de aquel café. Solos. Platicamos no se cuanto tiempo. Me temblaba el pecho y las manos. (Aún, mientras lo cuento, me invade cierto temblor. Cierto nervio que me produce lo mismo una sonrisa que alguna lágrima). Por primera vez no pude verla a los ojos. Ver su mirada. Mi voz, por momentos, se cortaba. Mis movimientos resultaban erráticos.  El café y ella me provocaban escalofríos.

Cerré los ojos por un momento.

-¿Qué tienes?
-Me gustas – dije, y de inmediato me arrepentí de las palabras elegidas.
-¿Te gusto?
-No. Me encantas.

No pude ver su expresión. Mi cabeza apuntaba hacia el café, pero mis ojos volvieron a cerrarse, victimas de una emoción y una tristeza indescriptibles.

Le conté entonces lo que ya expuse.  No podía mirarla. De vez en cuando alcanzaba a verla de reojo. Cuando eso pasaba descubría una mirada tan tierna que por momentos me calmaba y, en una ocasión encontré una sonrisa de comprensión, como si ella ya supiera lo que contaba.

Por supuesto, nunca esperé que esa plática sirviera de algo. Que ella dejara a su novio o sin dejarlo me aceptara. No. Pero ella hizo más de lo que yo esperaba. “¿Y?”.  Preguntó de forma inesperada. Qué diablos significaba aquello. ¿Que no importaba y seguiríamos siendo amigos? ¿Era de verdad una pregunta? No sé.

Coloqué mi mano en su muñeca. La acaricié con el pulgar. Sin verla. Tragué saliva. Y sin pensarlo, murmuré o imagine que murmuraba mientras decía algo que en el fondo decía:

“Un beso. Sólo un beso. Sólo una vez probar tus labios. Tu saliva. Respirar de cerca tu respiración. Sólo una vez  y después ser amigos hasta donde la vida quiera.  Sólo una vez, como un favor a quién te quiere como nadie. Sólo una vez y si lo prefieres desaparezco. Un beso.”

Levante la mirada y ella cerró los ojos por unos segundos, sorprendida. Tomó aire y apretó el puño, sin responder. Finalmente abrió los ojos y se encontró con los míos.

-Besarte, sólo una vez –repetí…

7 comentarios:

Abraham Ramírez Castillo dijo...

Gracias hermano, está bien genial como siempre.

Julio César Ramírez dijo...

Nunca me ha pasado algo así, pero se lee loco. Me recordaste la canción de maldita suerte de Pequeños musical o la de No me pidas ser tu amigo de Fernando Delgadillo.

Anónimo dijo...

oralesssssssssssssssss genialllllllllllllllllllllllllllllllllllllllll me encantoooooooooooooo sigue asi

Mina Jané dijo...

Aaaaaay, tengo algo aquí en mi pechito nada más de leerlo. Me encantó!!!

Dianini dijo...

lo más bonito y profundo que he leído sobre lo que me has mandado =) para mí lo más bello es saber que una parte de lo que escribes son tus vivencias que se ocultan bajo esas hermosas letras...

Alma Carlin dijo...

Aaaa! Que bonito esta!!!! A mi me fascinó :D

Linda dijo...

Hay George pase de estar preocupada a estar nostalgica, es mucho màs saludable supongo.
Gracias =D