No es cosa fácil. Convertirse en líder moral de una colonia tan poblada y plural como La Margarita no es cosa fácil. El Padre Miguel Sánchez Almaraz lo es y, para muchos, católicos o no, su influencia sobre la Unidad Habitacional seguirá presente aquí, después de que el Arzobispo Víctor Sánchez Espinoza haya decidido su cambio de la parroquia en la que sirvió por 26 años.
e-consulta se reúne con el Padre Miguel -Miguelito, como es nombrado por los habitantes de La Margarita- en su casa de la Parroquia de Nuestra Señora del Rosario. Nos recibe un hombre sereno; de mirada algo cansada, pero firme, detrás de unos anteojos bifocales, pelo cano y voz lenta, de habla breve: acaso por cuidar sus palabras.
-Siento nostalgia, por los muchos lazos de amistad y convivencia que en todos estos años fuimos creando. –Responde ante la necesaria pregunta ¿Cómo se siente?
A la hora de la cita se encuentra con el Padre la Señora Carmelita Hernández, mujer de 94 años que no pensaba dejar que él se fuera sin poderlo despedir. Es invitada a la entrevista.
-Tenía su cabecita negra negra cuando llegó, jovencito. Y mira cómo lo entregamos. –Comenta la mujer emocionada.
Días antes, el viernes 21 de enero, la gente despidió oficialmente al Padre en un convivio llevado a cabo en la parroquia, al que cientos de habitantes, desde niños hasta ancianos, asistieron convocados por el carisma de él.
-Fue difícil, por el número de habitantes, por las pocas cosas que teníamos en común, por la indiferencia de la gente, porque me tenían desconfianza, por levantar la obra material. –Confiesa al recordar sus primeros años, en la década de los ochenta.
-Cuando lo mandó el Arzobispo Rosendo Huesca, oficiaba bajo una sábana y en una mesa chueca, no teníamos ni donde sentarnos. Cuando se ganó nuestra confianza nos pidió a cada feligrés que compráramos un ladrillo para construir la parroquia, por eso cuando se vaya, su obra va a quedar hasta en los muros. –Secunda la mujer
Confiar en la gente, asegura el Padre Miguel, ha sido la clave para estar tan cerca de ellos y que ellos se acerquen a la iglesia Católica, de otra forma la obra se hubiera tornado muy complicada. Es la misma confianza que en algunas ocasiones le provocó problemas.
Un ejemplo es lo ocurrido hace un mes, cuando fue protagonista de un asalto con violencia, en las instalaciones de la parroquia
-Unos hombres vinieron a confesarse, nos engañaron con un enfermito y cuando ya se iban me pidieron que los dejara entrar a la casa, para ver el nacimiento. Cuando los deje entrar sacaron el arma, nos amarraron y empezaron a llevarse las cosas, a revisarnos, a sacarnos el dinero, la laptop, el celular. Al principio eran dos, luego entraron cuatro más… eran seis en total.
No fue la única vez que el Padre fue parte de las noticias. Producto de una fuerte convicción de sentirse parte de la comunidad, ha participado en diversos proyectos, incluso manifestaciones a favor de los colonos. Lo hizo, por ejemplo, en las protestas de hace dos años, cuando estuvo a la cabeza de los manifestantes contra la construcción del Wal-Mart en la manzana 36 de La Margarita. Proyecto que provocó el desvelo de funcionarios, empresarios, colonos y de él mismo. Tiempo atrás lo había hecho en el impulso al deporte desde su responsabilidad eclesiástica.
-Mi papel no es solo ser un funcionario, es ser un miembro. El sacerdote debe ser para la gente alguien cercano. Debemos compartir sus alegrías, sus triunfos, sus tristezas y sus enfermedades, llegar al punto en que la sola presencia sirva para apoyarlos. –Dice, a modo de una exposición de doctrina, una doctrina que ganó el corazón de muchos colonos.
Doña Carmelita habla, está emocionada, muy triste también. Al padre, le brotan lágrimas. Acepta la encomienda del Arzobispo, pero quisiera poder no hacerlo. Sus dedos se deslizan por debajo de la gafas para tallar un poco sus ojos y secar las gotas que empiezan a escaparse. En la Unidad, se preparan para recibir al nuevo Padre. Para él, llego la hora de dejar La Margarita.
Publicada por e-consulta aquí
e-consulta se reúne con el Padre Miguel -Miguelito, como es nombrado por los habitantes de La Margarita- en su casa de la Parroquia de Nuestra Señora del Rosario. Nos recibe un hombre sereno; de mirada algo cansada, pero firme, detrás de unos anteojos bifocales, pelo cano y voz lenta, de habla breve: acaso por cuidar sus palabras.
-Siento nostalgia, por los muchos lazos de amistad y convivencia que en todos estos años fuimos creando. –Responde ante la necesaria pregunta ¿Cómo se siente?
A la hora de la cita se encuentra con el Padre la Señora Carmelita Hernández, mujer de 94 años que no pensaba dejar que él se fuera sin poderlo despedir. Es invitada a la entrevista.
-Tenía su cabecita negra negra cuando llegó, jovencito. Y mira cómo lo entregamos. –Comenta la mujer emocionada.
Días antes, el viernes 21 de enero, la gente despidió oficialmente al Padre en un convivio llevado a cabo en la parroquia, al que cientos de habitantes, desde niños hasta ancianos, asistieron convocados por el carisma de él.
-Fue difícil, por el número de habitantes, por las pocas cosas que teníamos en común, por la indiferencia de la gente, porque me tenían desconfianza, por levantar la obra material. –Confiesa al recordar sus primeros años, en la década de los ochenta.
-Cuando lo mandó el Arzobispo Rosendo Huesca, oficiaba bajo una sábana y en una mesa chueca, no teníamos ni donde sentarnos. Cuando se ganó nuestra confianza nos pidió a cada feligrés que compráramos un ladrillo para construir la parroquia, por eso cuando se vaya, su obra va a quedar hasta en los muros. –Secunda la mujer
Confiar en la gente, asegura el Padre Miguel, ha sido la clave para estar tan cerca de ellos y que ellos se acerquen a la iglesia Católica, de otra forma la obra se hubiera tornado muy complicada. Es la misma confianza que en algunas ocasiones le provocó problemas.
Un ejemplo es lo ocurrido hace un mes, cuando fue protagonista de un asalto con violencia, en las instalaciones de la parroquia
-Unos hombres vinieron a confesarse, nos engañaron con un enfermito y cuando ya se iban me pidieron que los dejara entrar a la casa, para ver el nacimiento. Cuando los deje entrar sacaron el arma, nos amarraron y empezaron a llevarse las cosas, a revisarnos, a sacarnos el dinero, la laptop, el celular. Al principio eran dos, luego entraron cuatro más… eran seis en total.
No fue la única vez que el Padre fue parte de las noticias. Producto de una fuerte convicción de sentirse parte de la comunidad, ha participado en diversos proyectos, incluso manifestaciones a favor de los colonos. Lo hizo, por ejemplo, en las protestas de hace dos años, cuando estuvo a la cabeza de los manifestantes contra la construcción del Wal-Mart en la manzana 36 de La Margarita. Proyecto que provocó el desvelo de funcionarios, empresarios, colonos y de él mismo. Tiempo atrás lo había hecho en el impulso al deporte desde su responsabilidad eclesiástica.
-Mi papel no es solo ser un funcionario, es ser un miembro. El sacerdote debe ser para la gente alguien cercano. Debemos compartir sus alegrías, sus triunfos, sus tristezas y sus enfermedades, llegar al punto en que la sola presencia sirva para apoyarlos. –Dice, a modo de una exposición de doctrina, una doctrina que ganó el corazón de muchos colonos.
Doña Carmelita habla, está emocionada, muy triste también. Al padre, le brotan lágrimas. Acepta la encomienda del Arzobispo, pero quisiera poder no hacerlo. Sus dedos se deslizan por debajo de la gafas para tallar un poco sus ojos y secar las gotas que empiezan a escaparse. En la Unidad, se preparan para recibir al nuevo Padre. Para él, llego la hora de dejar La Margarita.
Publicada por e-consulta aquí