jueves, 22 de marzo de 2012

Haikus


Te invento tanto
que quedas anónima
o con mil nombres



Dame un pretexto 
y te matare de amor
en el postexto



Darte un abrazo
solo tiene sentido
si tu me abrazas



Verlos besarse
resulta una tortura
muy estética



La calle es cielo
y el cielo, cielo. Si andas
en bicicleta



A mis veintiuno
en tus diecisiete soy
adolescente

lunes, 19 de marzo de 2012

Periodista en bicicleta - Ciudadanos de colores

Jorge Alonso Espíritu

Ante la vulgarización del concepto de ciudadanía, nos queda la opción de resignificar todas las palabras que estén a nuestro alcance. Nos queda la poesía.
 “Tristes armas si no son las palabras. Tristes, tristes.” Escribió Miguel Hernández. Y aquí estamos.
La poesía nos confronta. Nos ayuda a mirar. A entender. A saber que el mundo nos es plano, ni planos somos los humanos, aunque el sistema político-económico quiera que así lo pensemos. La belleza está en los detalles. Los detalles son poesía.
-o-
Es el terreno del músico argentino Lisandro Aristimuño,  quien desde ya, presenta el primer sencillo del que será su quinto disco. Ambos, llevan por título Anfibio.
El cantautor, quien ha prestado su música a motivos como la lucha contra la discriminación a personas con VIH  y a programas de cultura para personas en situación de calle, nos provoca a sumergirnos en las aguas de un mundo con tantas probabilidades hostiles, como bellas.

Crecer, reventar y a tu lado estar
Quiero que el anfibio emane del azul
Contemplar pendiente del mar
Y vibrar en los campos de luz
El nuevo trabajo del que es uno de los compositores más innovadores de la escena latina, promete estar lleno de juegos musicales y de palabras. Esperemos pues, al Anfibio.



-o-

En el terreno de la poesía en imágenes, Stanley Kubrick tiene un lugar muy especial. El poder sus cintas nos abre los ojos para contemplar al ser humano en sus sentidos y sus sinsentidos.
Apostando al arte cinematográfico como un complemento preciso en la formación de profesionistas, un grupo de alumnos de Comunicación y Periodismo de la FES Aragón logró devolver a las pantallas de la facultad de la UNAM al genio detrás de La naranja mecánica, impulsando ciclos de cine que comenzarán este miércoles 27 a la una de la tarde, con la proyección de Lolita. La entrada será totalmente gratuita.
-o-
Ellos han demostrado que el rescate de una ciudad depende incuestionablemente del concepto de comunidad. Y que la comunidad se puede unir alrededor de la belleza, la tradición, la historia. Alrededor del arte.
Se trata del Colectivo Tomate, de la ciudad de Puebla, quienes demostraron cómo a través del muralismo –muralismo social, lo llaman ellos- puede cambiarse la realidad de un entorno.
A dos semanas de iniciar la tercera etapa de la transformación del barrio de Xanenetla, nos invitan a preparar brochas y ojos, para participar y observar el verdadero trabajo ciudadano.
El trabajo ciudadano más allá de discursos, de fotos, del blanco y negro. El trabajo de ciudadanos de colores.



jueves, 15 de marzo de 2012

Hábitat (relato)


Vivir un lugar, más que vivir en uno.  Conocerlo, jugarlo, recrearlo, reinventarlo.  Caminar en él sin pensarlo. Hábitat personal.  Cinco años después, cinco y medio después del accidente por el que perdí la vista, el estilo de vida y la mujer, regresé.

Ya sé que todo cambia, pero hay cosas que se niegan a transformarse. Los tacos del Chino, en la colonia, tienen la misma sazón de siempre.  La tienda de Lupe sigue igual, porque allí se oye la voz de Lupe. En cambio, cómo me joden los cambios en el Centro Histórico. Pero el mercado de la 16, sigue apestando a mar putrefacto. Y en la 5 de mayo, todavía cantan el viejo y su hijo las canciones de la Santanera.

Hay lugares donde uno deja de estar ciego. Dos calles, vuelta a la izquierda, la acera de enfrente.

-Joven, este es un motel.
-Perdón, creí que era la Cámara de Diputados.
-No hay problema.
-No seas baboso, quiero un cuarto.¿Puedes conseguirme una chica?
-Está bueno-me entrega la llave-, pero el perro no puede pasar.
-No me chingues. ¿Tú me vas a llevar de la mano?-titubea, me imagino su cara, no tiene de otra.
-Está bueno, pero que no haga mucho escandalo.
-Está mejor educado que tú -le digo y en seguida me arrepiento. Me va a mandar a la más fea.

El Ángeles, sigue siendo el mismo. Los pisos huelen a aromatizante de lavanda. Las camas, a suavizante de telas sobre detergente barato. Me siento en el colchón y el perro se dirige a hacer guardia en la puerta. Adentro, intimidaría a cualquier mujer.

Pasan menos de 10 minutos y una mujer entra. Su carga de perfume es excesiva. Trato de acostumbrarme, pero no puedo del todo.

Se acerca. Acaricia mis ojos de forma humana. Baja sus manos y desabotona mi camisa. Trata de seguir con mi pantalón. La detengo. “No soy un inútil”, le digo en voz baja, para no abochornarla. Me incorporo y la llevo hacia la pared más cercana. Le aprieto los hombros y beso su cuello. Me detengo un par de segundos. Recuerdo a alguien y su recuerdo me hace sentir una momentánea tristeza. En compensación me lanzo a morder su oreja. Ella baja sus manos por mis costados y pega su pubis  contra mí. Ese movimiento me es conocido. Me asusto. Llevo mis manos bajo su blusa y se la quito, para medir sus pechos. Siento alivio cauto: son un poco más grandes, menos firmes, que los de ella. Pero su estatura.

Temblamos. Ella excitada, yo temeroso. Quiero medir sus facciones, pero no me deja. Paso mis dedos por sus labios y ella los muerde.

“¿Cómo te llamas?” Pregunto, y no hay respuesta. Me lleva hacia la cama. Desaparece el pantalón y maniobra con su falda hasta hacer lo propio. La detengo. Beso sus pezones y bajo a sus piernas. No debe ser ella. Sus muslos, en efecto, son más gordos y más flácidos. Sus rodillas, más rígidas. Su sexo, más ácido.

Levanto sus piernas. Imagino cómo es su rostro. Acaricio sus nalgas y beso sus piernas. Hacia arriba. El miedo se diluye, mientras llego a sus labios. Comienzo a lamer. Su cuerpo responde a la estimulación de su sexo. La cama tiembla. Sus muslos se tensan y su vientre delata una respiración cortada. Encuentro su clítoris, está hinchado. Danzo mi lengua sobre él, mientras las respiraciones se hacen intensas. Y entonces… ese gemido. Agudo, largo, único. Único. Es ella.

Me separo al instante de ese cuerpo. Con la misma velocidad, nuestra excitación es suplida por la tristeza.

-Perdóname.
-(Silencio).
-Sabía que vendrías y decidí seguirte.
-(Silencio).
-Por favor.

No se cuanto tiempo dura aquel martirio, ni escucho todas sus excusas. Sale del cuarto azotando la puerta y el perro ladra en venganza.

Cinco minutos después, la puerta se vuelve a abrir. Es mi prostituta con su delgadez, su cabello lacio, muy largo y su piel suave. Le pido que se acueste y con mi cabeza en su cuello, lloro. Le cuento la historia.

Luego, recogemos lo que queda de nosotros y nos vamos. No sé a donde va ella. Yo sigo recorriendo mi ciudad, la ciudad que conozco como nunca conoceré a sus mujeres.

viernes, 9 de marzo de 2012

Imaginaria


Del relieve de tus costillas, más allá del contacto
 y el sonido suave de tu aire y sus acordes
que escucho y canto cuando te abrazo.
De las puntas de tus pies levantando el cuerpo,
como en la segunda llamada para empezar el baile.
De tu miedo y tu valor
y la peligrosa poesía
que es decir tu mano izquierda.
De esto hablo cuando digo tú.
Y de mi imaginación y tus inventos.
De lo que eres sin saberlo.
Y lo que te sabes y sigues siendo:
Amiga, bailarina, pirata viajera.
Imaginaria.
Te digo y me existes.
Despides teína por los poros
y olor a caramelo.
Y te cuento.
La luna es un lugar común absoluto
“Tu sonrisa”
igual de común, pero más bello.

domingo, 4 de marzo de 2012

Con tacones en bici, adelantan conmemoración del día de la mujer



Por Jorge Alonso Espíritu

 En la antesala del día internacional de la mujer, que se conmemora cada 8 de marzo, un grupo de mujeres ciclistas salieron  este sábado a rodar por las calles de Puebla, como parte del movimiento internacional llamado “Rodada de altura”.

El objetivo del recorrido es  mostrar el lado femenino de la cultura ciclista, de una forma atractiva. Para ello, las integrantes del grupo ciclista “Bicinenas” se presentaron en el Zócalo de Puebla, desde las 11:30 de la mañana, vestidas con faldas, vestidos y tacones.

El recorrido contempló avenidas de primera importancia, como la Avenida Juárez, 31 Oriente-poniente y calles del Centro Histórico.

Las asistentes manifestaron que a pesar de que hace falta infraestructura que brinde seguridad a los ciclistas en Puebla, el hecho de que las mujeres salgan a sus trabajos, escuelas o deberes en bicicleta, no representa el peligro que muchas personas suponen. Por ello, invitaron a las mujeres a unirse a sus rodadas habituales, los domingos en el Zócalo.

Señalaron como medio de contacto e información el grupo abierto en Facebook Bicinenas.

Ecuador, El Salvador, Chile, Argentina, Puerto Rico, Colombia y México, son algunos de los países que participan en el movimiento.

sábado, 3 de marzo de 2012

Insolente (relato)




Hay golpes que calan en lo profundo del cuerpo. Suspiro profundo, el cuerpo se cae. Nunca se olvidan, porque dolieron mucho.
Hay golpes que abren la carne y hay otros que no, pero a veces duelen más. Ambos dejan cicatrices, pero hasta las más profundas se van desvaneciendo con el tiempo. Esta cicatriz en la pierna aún es muy reciente, pero con suerte ayudará a sanar aquella que no se ve, pero cuya costra aún molesta dentro de mí.
En cualquier caso, sólo quien cae sabe andar. Eso lo aprendes cuando empiezas a caminar pero, sobre todo, lo tienes bien presente cuando haces de la bicicleta parte grande de tu vida.
Esta historia empieza allí. Y allí no es un lugar, sino muchos. Comienza en el asiento de la bici, por el rumbo de La Margarita, de Insurgentes, Zaragoza y Villa las Flores. O de cualquier otro lado. 
No es que el auto no sea más cómodo. No es que el transporte público no sea necesario. Es que la bicicleta eterniza la infancia y contra eso no hay argumento. Pero no se lo digan a sus suegros.
Que qué futuro le esperaba conmigo. Que era un inconsciente. Que se buscara a alguien serio.
Pobres. No entienden nada.
Tampoco ella entendió, y se bajó del asiento de atrás. Manejar una tándem* solo, aunque sea una metáfora, no está chido.
Regresé a mis caminos y ella a los suyos. Muchas veces quise ir a su casa y rayar su maldito auto, pero nunca lo hice. Un día chocó contra un poste de luz y me di por vengado.
Poco a poco le fui bajando a la obsesión y subiendo a los kilómetros, mientras le bajaba a la panza y le subía a la alegría. No me di cuenta cómo, pero de pronto comencé a notar más compañeros en las calles. Eso me ponía de mejor humor.
El crecimiento de los movimientos bicicleteros se puede medir de forma sencilla -y muy empírica- a través de los modelos de biclas que uno se topa. No tengo nada contra ninguno, pero esos modelos con cuadros curvilíneos y bajos, manubrios enormes y asientos con resorte, sólo pueden significar que las mujeres están retando la calle.
Cada vez que veía amarrada una de esas en un poste o una reja, sin embargo, me daba algo de tristeza por lo que no quiso ser ella. Y cada vez era más común.
El biciestacionamiento de la Librería Profética*, se fue llenando hasta que hubo la necesidad de instalar una nueva línea. Entre las que hacían compañía cada tarde a la mía había un par de modelos para mujer.
Había otra bici, más constante, que poco llamó mi atención. Se trataba de un modelo hibrido, entre urbano y de montaña, con cuadro alto y pintura azul rey que, se notaba, no era la original. Si me percaté de su presencia, fue porque casi a diario quedaba encadenada a lado de la mía.
La primera vez que vi a su conductor, fue una tarde de mucho viento. Entré bastante distraído al lugar, me baje de la bici y abrí el candado, para capturar mi cuadro, giré la cabeza y allí estaba. Bien, no era un conductor, era una conductora y además, era hermosa.
Deben pensar que fui un tonto, pero la verdad es que cuando veo algo de veras bello, me quedo así, obnubilado, sin decir nada. Y ella salió caminando con su bici en mano. Entonces reaccioné, guardé el candado y salí a toda prisa, pero ella ya no estaba.
Al día siguiente llegué más temprano. Me metí a la librería y desde el ventanal espiaba el estacionamiento. El reloj marcó la hora de la tarde anterior. No llegó. Pasó media hora y como se hacía muy sospechoso que siguiera allí, compré un libro y salí. Hice las cosas que tenia que, y cuando regrese al estacionamiento, la azul seguía amarrada. Eso lo volvía complicado: era una mujer sin horarios.
No sé como se me ocurrió, pero tomé el ticket de la librería, le escribí por la parte de atrás, lo amarré al manubrio con un alambrito que encontré tirado y me fui. “Que bella eres, gracias por alegrarme el día”
Repetí la operación nota todos los días durante toda la semana, sin más respuesta que un “gracias” el tercer día, pero al séptimo, cuando regresaba por mi bici negra, la encontré a la entrada de La Limpia. Ella iba de salida. La llamé, pero no hizo caso. Corrí por la bicla y cuando la monté note un papel pegado con diurex en el puño. “Alcánzame.”
Salí a toda prisa. Alcancé a ver su blusa naranja de tirantes en la esquina, como esperándome, para luego avanzar con una rapidez asombrosa por la 3 sur.
El Centro Histórico y sus mil semáforos me mantenían a veces a dos y a veces a una calle de ella, pero nunca menos. Uno se sorprende de lo rápido que puede avanzar una mujer en…  ah, olvide decirlo antes, en tacones.
Tenía cierta ventaja; mientras yo sufría con los cerrones de los autos, algunos de los cuales se burlaban a conciencia, a ella le abrían paso y por momentos parecía que la escoltaban.  Quien no se ha enamorado de un par de piernas, no ha visto a una mujer con falda en bicicleta. Dobló en la 31, se integró a la ciclo y yo quedé atrás: el imposible boulevard 5 de Mayo.
Mi mujer de bici azul ni volteaba a verme. Cuando avancé apreté lo más que pude el paso. Ella también. Cualquiera diría que primero aprendió a pedalear y luego a caminar. Vuelta sobre la 24 rumbo al Mirador. Se terminan los semáforos. Acorté la distancia. Supongo que ella se estaba muriendo de la risa. De pronto, una ráfaga de aire movió su falda con una gracia que envidiaría Marilyn Monroe. Casi me meto a un bache por verla. Llegamos a Los Pilares con el sol desvaneciéndose.
Un consejo. Si tienen perro, cuídenlo cuando salga a la calle. Puede provocar un accidente.
Allá va ella. Ya no puede pedalear tan rápido. La voy alcanzando. Se abre el zaguán de una casa. Sale como bólido un pastor alemán de buen tamaño. Directo a mi llanta. Tranquilos. No lo atropellé. En lugar de eso gire el manubrio haca la izquierda, pero la velocidad me impulso al otro lado, hasta meterme debajo de un auto estacionado. 
Saldos: La bici está bien. El perro se asustó y regresó a su casa. El casco partido. El brazo raspado y el muslo abierto por caer sobre una roca.
Ella regresó, con cara de susto, pero después, cuando se cercioró de que nada era grave, estalló en la más bonita risa que he oído. Me ayudó a incorporarme y nos fuimos, rodando a paso muy lento, hacia su casa en San Manuel, donde limpió la herida para evitar infecciones. Nos tomamos una generosa jarra de agua de limón bien fría y nos quedamos platicando un buen rato. Viéndola de cerca, no era tan alta como lucía en la bicicleta.
Cuando se hizo tarde me acompañó a la  entrada. Las horas habían enfriado el músculo y el golpe dolía horrores. Trate de caminar con la mayor soltura posible, pero ella lo noto. “Perdóname”, dijo y me plantó un beso en la boca. Fue el primero de muchos.
Sus besos tienen una característica especial: son divertidos. Como ella. Como andar en bici en pareja. Como invitar a las estresados usuarios de automóviles a cambiar su mundo gris y sacar las bicis.
Hacer de la bicicleta un modo de vida.

Yo lo llamo recuperar un pedazo de infancia. Ella lo llama insolencia.
*Bicicleta para dos personas.
**El estacionamiento La Limpia, de la Profética Casa de lectura, ofrece estacionamiento gratuito a ciclistas.